El Rey Neptuno de Zihuatanejo

Anecdotario Oliverio Maciel

POR RODRIGO CAMPOS ABURTO
CRONISTA MUNICIPAL DE ZIHUATANEJO DE AZUETA, GRO.

Atendiendo a la pregunta de mi amigo Gerardo Quezada de la Ciudad de México, respecto de quien es el legendario Oliverio Maciel Díaz, hoy hablaremos de ese hombre que se convirtió en leyenda y que tuvo la dicha de nacer en estas tierras y vivir siempre junto a su amor, el Mar, frente al cual también murió. Oliverio Maciel Díaz, vio la luz en la comunidad de Pantla, allá por el año de 1924, muy pequeño su familia se vino a vivir a Zihuatanejo, donde surgió un tórrido romance por toda la vida entre él y el Mar. Desde su primera juventud se dedicó a la pesca, al buceo y a capitanear embarcaciones, además de haberse convertido en ejidatario de Zihuatanejo, si bien, la verdad sea dicha, no era muy aficionado a la vida agrícola, él decía que le gustaba más la actividad del mar, ya que la vida de campesino era muy dura y así, prefirió las aguas del Océano Pacífico en lugar de darle la espalda al Sol mientras se cultivan y cosechan los productos que da la Tierra y eso que según dicen pescadores viejos, el buen Oliverio, al principio se mareaba cuando se subía a una lancha. Hay quienes dicen que Oliverio debió haber sido pez y que por alguna causa mutó en especie terrestre, la verdad es que él se desplazaba mejor en el mar que en la tierra, tan es así que al caminar en el suelo, lo hacía con cierta dificultad, en cambio bajo el mar, se desplazaba como pez en el agua y dicen que buceaba hasta dormido.

“Verio”, como le decían sus hijos y amigos, entre los cuales tuve el orgullo de contarme, casó muy joven con Alicia Castro Sánchez, con quien procreó ocho hijos, de los cuales ya falleció nuestro buen amigo Luis Roberto, otro de ellos, Oliverio, “Oli”, fue mi compañero de primaria y con quien hasta la fecha conservamos una bonita amistad surgida en nuestra infancia. Su novena hija, la última, supongo, Claudia Maciel, producto de otra relación sentimental, le acompañó durante sus últimos años de vida, allá en su casa y restaurante ubicado cerca de Playa Quieta en Ixtapa; con Claudia me une gran empatía surgida de nuestra relación de maestro-alumna en el Tecnológico de Zihuatanejo, también ahí tuve de alumna a una de las hijas de Luis Roberto, Leylani, muy linda. Tuve la fortuna de cultivar amistad con Oliverio, sobre todo con motivo de que allá por los años 80s coincidíamos frecuentemente en el Hotel Club Mediterranée, cuando esa hospedería era sólo para adultos y se hacían buenas veladas con música, bebidas y mujeres, él llegaba con su luenga barba blanca, cubierto de una túnica del mismo color y un largo tridente, fiel reflejo de la imagen del dios Neptuno, era todo un espectáculo y con ese alias se le empezó a conocer.

Oliverio siendo muy joven, casi adolescente se convirtió en un marinero y buzo profesional, habiendo empezado a bucear a pulmón, esto es, sin tanques de oxígeno, convirtiéndose a la postre en un brillante instructor de buceo, teniendo entre sus discípulos a artistas nacionales y extranjeros, políticos, incluyendo presidentes de la república, empresarios y por supuesto mujeres jóvenes y hermosas.

Se convirtió en actor de cine por casualidad, habiendo participado en películas filmadas en nuestro país, tales como “Ciclón”, “Tintorera”, “Las Pirañas Aman en Cuaresma” y “El Triángulo de las Bermudas”, al lado de Andrés García, Meche Carreño y Hugo Stiglitz, colaboró muy de cerca con el buzo Ramón Bravo en la filmación de reportajes submarinos. En Japón participó en el filme “El Niño y el Tiburón” y cómo olvidar su participación, como extra, en la película “La Vida no Vale Nada”, filmada aquí en Zihuatanejo con la participación estelar de Pedro Infante y Lilia Prado.

Nuestro personaje, en unión de su esposa y sus ocho hijos, vivió muchos años en Playa Las Gatas, donde tenían un restaurante y como no había sistema de refrigeración, cuando llegaba un cliente, se le ofrecían productos marinos, los cuales eran extraídos de inmediato del mar por el propio Oliverio.

Oliverio conocía el fondo marino de la zona de Zihuatanejo como la palma de sus manos, la bahía y otros lugares aledaños los recorría palmo a palmo y así fue como en cierta ocasión, dio con una ancla, la cadena que la sostenía y dos cañones, todo lo cual después se supo pertenecían al barco español “El Carmelo”, el cual en el Siglo XVII había sido hundido por el corsario inglés George Anson. El ancla permaneció buen tiempo en Playa Las Gatas y los cañones y la cadena, muchos años estuvieron en la “Casa Arcadia” que el empresario Carlos Barnard tenía junto al actual Museo Regional de Zihuatanejo, dicen algunos enterados, que esos cañones se los llevó un expresidente municipal para su casa, yo no sé quién de ellos, ni puedo decir que sea cierto, sólo les cuento lo que la gente dice. Por cierto mi compadre Román Lobato Palacios me comenta que Oliverio era el capitán de un yate llamado “El Cayuco” propiedad del Sr. Barnard, cuando dicha embarcación naufragó frente a la isla de Ixtapa.

Oliverio supo cultivar amigos en todos los estratos económicos, sociales y políticos, amigo lo mismo de un pescador y de un ejidatario, que de empresarios, artistas y políticos, recibió reconocimientos muy variados, uno que él apreciaba en mucho fue “El Huevo de Onix” que le fue otorgado por el Club de Caricaturistas de México por haber sobrevivido dos semanas al smog de la ciudad de México (seguramente porque la contaminación de ese entonces no era de la magnitud de ahora, que si lo ha sido, seguramente no permanece en esa urbe ni 24 horas). Oliverio era hombre sencillo pero sin llegar a la humildad extrema, como que sabía de lo sobresaliente de su personalidad.

Al darse el desarrollo de Ixtapa y Zihuatanejo, Oliverio se volvió todo un personaje que sirvió de promoción a nuestro destino turístico, lo mismo se le veía en eventos, que aparecía en revistas, reportajes y promocionales en televisión y periódicos, convirtiéndose en un referente obligado al hablarse tanto de Ixtapa como de Zihuatanejo, ya fuera en el país o en el extranjero, teniendo en operación durante muchos años y hasta su muerte, un pequeño restaurante en la zona de Playa Quieta, donde recibía a su amigos con un tequila bien frío y admirando el Océano Pacífico en todo su esplendor. En su paraíso particular lo sorprendió la muerte el 10 de julio de 2002 a la edad de 78 años, yéndose de inmediato a dar un abrazo eterno con su amor el Mar, donde fueron arrojadas sus cenizas, lugar desde el cual, ya sin mareos y sin necesidad de salir a respirar, se divierte nadando con tritones y sirenas y diciéndole a Poseidón, “Mira tocayo, te me vas haciendo a un lado que ya llegó el mero Rey Neptuno de Zihuatanejo y me dejas para mí solito las cincuenta nereidas, mismas de las que ya me dio sus manos mi suegro Nereo”.

OLIVERIO MACIEL también tuvo su vena poética y así, compuso sencillas poesías dedicadas a su madre, sus hijos, sus amigos y por supuesto a las mujeres, una de dichas poesías es la que tituló “Reyna mía” y que es del tenor siguiente:

En un día de sosiego, teniendo en alto inmoral
pensé en esculpir tu cuerpo, reina mía
en un pedazo de coral.
He logrado mi objetivo de capricho y tentación
has causado en mis amigos la más grande admiración.
No nada más ellos te admiran
porque de mí eres la inspiración
por estar siempre sumergida
en el mar de mi corazón.
Te tallé con mis propias manos, no muy puras
pero te tallé con amor
pequeñísima escultura
para mí eres una hermosa criatura.
Y lo digo con valor
una y otra vez quiero ver mi reina de color
en un hermoso cuadro negro de ajedrez.
Aunque para este juego no soy ningún talento
solamente digo lo que siento
y quiero que la gente siempre me vea contento
y rebosante de alegría.
Y es todo lo que puedo decirte
en este día, reina mía.

Oliverio Maciel Reyna mía

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